- En los Juegos Deportivos Nacionales Evita, un combate de boxeo se convirtió en una historia de lucha, perseverancia y sueños alcanzados.
- Ludmila Villalba, una joven boxeadora de 17 años, subió al ring para enfrentarse a la representante de Misiones. Lo que muchos no saben es que su llegada al boxeo, y a estos Juegos Evita, nació de un simple sorteo en su barrio que la condujo a encontrar su pasión.
“Hace cuatro años empecé en ‘La Casita Cultural’ de Dayana Sánchez en Córdoba gracias a una rifa por el Día de la Madre para recaudar fondos. Compré un número y gané un mes de clases gratis de boxeo”, cuenta Ludmila. Inspirada al ver a un compañero competir en los Evita el año pasado, no dudó en fijarse una meta: llegar ella también a este escenario. “Tenía el sueño de venir acá, y acá estoy. Es increíble, realmente es maravilloso. Un orgullo.”
Desde entonces, la cordobesa se sumergió en intensas jornadas de entrenamiento, impulsada por el ejemplo de una de las grandes figuras del boxeo argentino: Dayana Sánchez. Campeona olímpica y medallista panamericana, Dayana se ha convertido en un ícono de tenacidad, una guía para Ludmila no solo en el ring, sino en la vida.
El encuentro de dos luchadoras
Al subir al cuadrilátero en Mar del Plata, Ludmila estuvo acompañada por Day, quien desde su esquina la alentaba con pasión y confianza.
Esta dupla, unida por el esfuerzo y la perseverancia, es un testimonio de cómo el deporte se convierte en una auténtica escuela de vida. La referente, con una carrera marcada por triunfos y desafíos, ha demostrado que los obstáculos pueden superarse con esfuerzo y valentía. Tras enfrentar una sanción por doping y un grave accidente que casi le costó la vida, sigue siendo un símbolo de resiliencia, y esa fortaleza es lo que transmite a los jóvenes que entrena todos los días en el barrio.
“Fue un sueño que compartimos desde el año pasado, cuando ella misma vino y me dijo: ‘Day, quiero estar en los Juegos Evita el año que viene’. Estoy muy contenta de haberlo logrado junto a ella”, expresa la entrenadora, emocionada y orgullosa. “El boxeo me dio muchísimo, y mi mensaje es que sigan luchando. Los sueños se cumplen y más cuando van acompañados de trabajo y dedicación”, afirma con una sonrisa que refleja el alma de una campeona.
Ese sueño que comenzó de manera tan inesperada se ha materializado en una realidad que supera todas las expectativas. No solo llegó a los Juegos Evita, sino que tuvo la oportunidad de hacerlo junto a su gran inspiración y guía. La victoria de Ludmila sobre su oponente de Misiones y su avance en la competencia no fue solo un logro deportivo, sino una prueba de cómo la perseverancia puede cambiar la vida de una persona. De aquella joven que comenzó por azar a la boxeadora que hoy compite en Mar del Plata, también es el reflejo de quien alguna vez soñó con llegar a los Juegos Olímpicos.
Hoy, ambas mujeres comparten un momento único: dos generaciones de luchadoras, una que apenas empieza su camino y otra que sigue demostrando que, a pesar de todo, siempre es posible renacer y alcanzar nuevas metas.
Así, el deporte, en su esencia más pura, sigue demostrando que todo es posible, incluso cuando los sueños comienzan por un simple sorteo.