¿Es posible hacer una historia de los grandes abrazos entre jugadores y entrenadores? El primero que se me viene a la cabeza es el de Maradona con Bilardo, aunque, a decir verdad, Maradona ya no era jugador sino el técnico de la Selección y Bilardo, director de Selecciones en Uruguay, al terminar el partido contra la Celeste, que implicó la muy sufrida clasificación al Mundial 2010. Era el abrazo de la descarga, con el desborde propio de Maradona y Bilardo, bañados en lágrimas, en plena crisis de histeria, un poco como si fueran dos viejos arterioescleróticos de esos que tienen el llanto fácil. Supuestamente en esos años la relación entre ellos era mala o, directamente, estaba rota. Pero ese abrazo los volvió a reunir. Parafraseando al poeta ciego, no fue el amor sino el espanto la causa de esas braceadas descontroladas: haber visto de cerca el precipicio de no clasificar al Mundial todo lo pudo.

¿Y a cuenta de qué viene todo esto? De que últimamente en nuestro fútbol local hubo un par de abrazos que bien dieron que hablar. Primero, el de Sigali con su entrenador, Fernando Gago, después de clavarla en el ángulo de 30 metros contra San Lorenzo. Gago nunca fue muy querido por la hinchada de Racing, en especial después de perder insólitamente el campeonato 2022 en la última fecha, y de quedar eliminado en la Libertadores. Pero también se podría pensar al revés: que desde hace un tiempo Racing siempre está peleando ahí, cerquita de campeonar. Pero no alcanza. Y allí fue el bueno de Sigali, un señor de 36 años, abrazando con entusiasmo a quien es, de algún modo, su jefe (o en todo caso, el que decide quién juega y quién no). Se interpretó, entonces, como un caso de apoyo a un técnico cuestionado.

Según leo en Olé, Sigali declaró: “Fernando es una persona que en los momentos más difíciles nos volvió a convencer. Nos hizo creer de nuevo en nosotros. En lo personal, eso es muy importante. Desde que Gago llegó le dio una identidad de juego al club, a la institución. Obviamente que entiendo el malestar y el enojo de la gente, es normal, a nadie le gusta perder, pero en lo personal me duele muchísimo”. El de Sigali sería pues el abrazo del tipo “nosotros contra el mundo” o, incluso, “nosotros contra nuestra propia hinchada”.

El otro abrazo fue el de Borja, en River, con Demichelis, después de convertir el primer gol contra Arsenal. Según parece, habría sido el resultado de cumplir una promesa, pero también, y sobre todo, el resultado de una desmentida. Según leo en la página de TyC Sports, Demichelis declaró: “No hacía falta que me venga a dar un abrazo para saber de la relación que tenemos a diario en el trabajo, donde tenemos una gran armonía y respeto. Quedó en evidencia que nunca estuvimos peleados”. En este caso, sería el abrazo como desmentida, para demostrar que lo que se dice no es cierto, para, como dice el propio entrenador, quedar en “evidencia”.

Tal vez porque soy alguien medio mala onda, a mí mucho no me gustan los abrazos. Menos que menos con mis jefes o para demostrar que no estoy peleado con alguien. En fin. Me quedé sin espacio para hablar del no abrazo de Enzo Pérez con su técnico. Otra vez será.